La Bella y la Bestia: 
Así no juega Perú (I)

La Bella y la Bestia - Así no juega Perú (I)


La recuerdo muy bella, apetecible, y creo que es por eso que aún mi corazón despechado siente un sinsabor agridulce; acaso por nunca haberla tenido; talvez porque fue una historia de amor imposible, como la de La Bella y la Bestia, Esmeralda y Cuasimodo, Scarlett y Rhett, Lolita y Humbert, Lou Salomé y Nietzsche, Blanca Varela y De Szyszlo, ella y yo. Ella tenía unos ojos tiernos, alegres, bellos; fino rostro blanco y elegantes facciones; voz delicada, como la de una niñita buena; delgada, largas piernas y brazos también delgados, alta. Su cabello ondulado tenía un color rubio claro, y era largo, llegando hasta el final de su espalda, donde empezaba otro delirio imposible. Su blusa dejaba adivinar unos senos tiernos, blancos, delicados. Su cintura recogía la magia de la esbeltez. Cuando se paraba entrecruzaba las piernas y su cuerpo se tornaba más curvilíneo, sensual, perfecta; daba la impresión de ser una especie de princesita de ciudad, una hada de cuento. Yo la deseaba mucho en aquel entonces, y la miraba de arriba hacia abajo (la scaneaba) imaginando que algún día sería mía, mi mujer. Eso no ocurrió, estuve muy lejos de aquello, muy lejos. Me faltó personalidad y belleza para convencerla, para retenerla. A ella le sobró personalidad y belleza para no estar conmigo. Las cosas se dieron entonces por incompatibilidad de personalidades y belleza. Quedé brutalmente frustrado, inconforme, confuso, "acabado", pero no escribí ninguna obra con ese título ("Un hombre acabado" de Giovanni Papini), me salió más bien el presente libro y una doble excusa para tal acto: el fútbol y el derecho.

Fue de boca de aquel amor imposible de la que escuché por primera vez la frase: "Así no juega Perú". Ella había pertenecido a un salón de clases de derecho de una universidad del sur, al que llamaban "el salón de las chicas fashion", porque estaba integrado por un variado grupo de chicas bellas: la poetisa, de cabello largo y pelirrojo, morena clara, de ojos grandes y llanto ligero; la "gatita", una linda muchachita de ojos verdes, cabellera larga color castaño, alta, piel muy blanca y muy bien delineada, y también de llanto a flor de piel; la chica con aire de reina de belleza, de pelo largo ondulado, pestañas largas que adornaban unos ojos lindos y un rostro ovalado, espléndida, de cuerpo escultural; la chica aguda, de cabello color negro azabache, de ojos negros, piel blanca, bastante "pechonalidad"; la rubia con su plata, de largo cabello, delgada, proporcionadas caderas, muy producida, delirante, linda; otras chicas bellas y, "ella", delicada, dulce, señorita, blanca, de buen trato, una diosa, perfecta, imposible. Todas se encontraban estudiando derecho como si se hubieran equivocado de carrera, pero no era así, eran verdaderas y bellísimas estudiantes de derecho, las nuevas abogadas fashion de aquella ciudad del sur; sin embargo, la más bella de todas era "ella".

Aquel salón fue propicio para exponer y citar a grandes autores de derecho, como Edgar Bodenheimer que daba el mejor concepto de derecho que hubiera logrado encontrar, el Derecho era un "punto intermedio entre la anarquía y el despotismo", los dos extremos de la vida: "Por su propia naturaleza el derecho es un término medio entre la anarquía y el despotismo; trata de crear y mantener un equilibrio entre esas dos formas extremas de la vida social. Para evitar la anarquía, el derecho limita el poder de los individuos particulares; para evitar el despotismo, frena el poder del gobierno". (Edgar Bodenheimer). Y yo decía aquello esperando que ella escuchara mi sabiduría copiada de un filósofo alemán-norteamericano.

Fue ella quien pronunció aquella folclórica frase: "Así no juega Perú"; lo dijo como jugando, tierna, divina, entera, radiante, fugaz, bella, muy bella, apetecible; lo dijo sentada en una mesa, mirándome con aquellos ojos grandes y una sonrisa espléndida, sincera, imposible de olvidar, y sin embargo había olvidado, hasta ahora que decidí escribir este libro sobre derecho y fútbol.

Ella era de aquellas chicas que uno quiere para casarse, para hacerla su mujer para siempre, aquella que uno guarda o reserva para que sea la firme, la única, la que te acompañaría hasta viejito, con la que tendrías hijos, una casa, un carro, una vida entera para dedicársela, la mujer perfecta. Ella era de esa clase de mujer que alguien con aires bukowskeanos jamás podría tener, pero sí describir, hacer un cuento, un sueño, una ilusión imposible en la realidad pero posible en la imaginación. Ella era la chica más bella del mundo, la chica imposible, aquella que creo todos tenemos alguna vez. Ella era mi media naranja, pero yo no era su media naranja. De ese recuerdo nació el título de éste libro.

Debo decir, sin embargo, que antes de elegir el presente título estaban otros como: "La filosofía del éxito de Ricardo Gareca", "Cómo no voy a quererte", "Esto no acaba aquí", etc., pero me decidí por el título "Así no juega Perú" porque es una forma divertida de decir: "eso no se hace", "no seas así", "deja de joder", "malo, malo, malo", etc.; porque aquella frase describe al Perú, enuncia las frases que hacen a nuestro país, define el mundo desde el fútbol, etc. Pero para decir la maldita y castrante verdad, debo confesar que elegí aquel título por un sentimiento casi pagano, libídico; porque me recordaba aquellos ojos claros, voz delicada, aquellos senos virginales e imposibles de conseguir; porque me recordaba a la mujer que con tan solo mirarla me producía "felicidad", aquel sentimiento esquivo, inasible, incomprensible y escaso para gente como yo, ermitaño, trágico, bipolar. Escogí el título porque recordarla me producía un sentimiento tragicómico, un sentimiento shopenhaueriano, un olvido cioranesco, un imposible nietzscheano. 






 

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