El día que me volví un estúpido por el fútbol

El día que me volví un estúpido por el fútbol

Una multitud de zombies detrás de un grupo de jugadores de fútbol, despiertan el furor en el mundo, miles de hinchas se aprestaban a alentar a su selección; son muchos, demasiados para ser realidad; primero fueron cientos, luego miles, luego llegaron a llenar estadios completos del extranjero, ¿cómo, porqué, cuándo, hasta cuándo?, son las preguntas más apremiantes que me hacía. Todos parecían imbecilizados, ansiosos de gritar "goooooolll", y "arriba Perú", y trasladando toda su furia a un partido de fútbol. Gritaban, lloraban, bailaban, sufrían, todos, desde el sur al norte, cruzando los andes, la costa y la selva del Perú, habían encontrado un motivo para gritar "gooooool", y así, imbecibilizados, y hasta ridículos, eran felices, y alistaron sus maletas para seguir al equipo, que después de treinta y seis años había logrado regresar a un mundial, Rusia 2018.

Ya en el mundial los hinchas seguían llorando, gritando, vitoreando, cantando las canciones que habían compuesto para la ocasión. Todos, todos eran ahora peruanos, y todos eran hinchas, todos, "menos yo", que aletargado en mis cosas no entendía por qué tanto alboroto, porqué gritaban de felicidad cuando un jugador peruano metía un gol en el arco contrario, o porqué lloraban cuando el equipo contrario metía un gol en el arco de Gallese. No entendía por qué era más importante el fútbol que la vida misma, que una sonrisa de una mujer bonita o feíta; no entendía por qué todos, absolutamente todos, estaban "embobados", "idiotizados", con esto del fútbol; no entendía cómo cincuenta mil peruanos se daban cita y viajaban hasta Rusia para apoyar a su selección, haciendo banderazos, llenando los estados, haciendo los partidos de locales; no entendía cómo, cuándo Perú se clasificó, todos, o casi todos, los comentaristas deportivos lloraban, reían, agradecían, aplaudían y hacían cuanto ridículo les tocara, por haber clasificado al mundial, por haber llegado nuevamente al evento del deporte rey; y entonces comprendo que esto es de locos, que tanta locuacidad no es normal, que "algo debe estar pasando allá afuera", y entonces comprendo que debo escribir un libro sobre dicho fenómeno, que debo retratar aquellos momentos que hicieron del Perú, de los peruanos, unos hermanos, unos hermonos, unos hinchas a rabiar.

Decido así retratar en palabras la historia de muchos que adoptaron a la selección como "el equipo de todos", la blanquirroja; decidí describir la locura que se vivió, que se siente aún, que se aulló a más no poder. Quedé convencido que debía describir cómo cientos, miles de personas se unían en abrazos interminables sin conocerse, hinchando el pecho y cantando el himno nacional peruano. Decidí contar cómo los peruanos cultivaron su amor por una patria, un territorio que los vio nacer a través del fútbol. Y es que luego de ver todo eso, la locura también empieza a contagiarme, y me vuelvo yo también un poco ridículo, un poco pelmazo, un poco imbécil, a lo Melcochita, a lo bruto; y me vuelvo una "llama" más, un cholo de cepa y raza, un hombre de fútbol, de cancha verde, de emociones violentas pero pacíficas por un equipo -la selección peruana- que ha enseñado más que a jugar, a unirnos. Comienzo a sentir admiración por un entrenador que ha enseñado, sin saberlo acaso, a los verdaderos hinchas, que la vida es sencilla, que la humildad no es cosa de saberse menos, sino equilibrado, ni superior ni inferior que nadie; que la fortaleza no está en haber nacido talentoso, sino en creer que se puede ser talentoso con esfuerzo y trabajo; que la vida hay que tomarla con calma; que los triunfos hay que festejarlos ese día y luego olvidarlos, porque el fracaso es más perecedero, pero los triunfos acaso son más peligrosos, nos hacen perder el piso. Comienzo a creer en la magia del fútbol.

La locura del momento afirma en mi la idea de escribir sobre la selección peruana, sobre aquel entrenador -Ricado Gareca- que vino con una filosofía de vida más que de fútbol, aquel deportista que se convirtió en entrenador, padre, amigo, psicólogo, maestro, no de fútbol, sino de la vida, de la vida en equipo. Esto es ya más fuerte que mi, y me compulsa a pensar que tengo la obligación de escribir sobre aquel entrenador que entendió que la individualidad en un equipo no es superior al equipo mismo; aquel entrenador que entendió que ganar significa actuar comprometido con todos antes que con uno mismo, pero a la vez comprometerse con uno mismo para no fallarle a todos.

Me afirma la voluntad de escribir la certeza de saber que Gareca es un realidad encubiertamente un filósofo, no por supuesto de aquellos académicos, sino de los verdaderos, de los que te da la vida, la naturaleza, la existencia. Gareca es un filósofo, pues piensa y actúa con la sabiduría del sentido común; y sin ser un Osho, ni Buda, aplica principios metafísicos, porque solo atrae a su vida cosas positivas y se centra más en las virtudes a desarrollar que en los defectos. Gareca lo demuestra con la selección peruana, porque con su equipo no se preocupa para los partidos de los defectos de los demás, ni siquiera de los defectos de los jugadores contrarios a los que tienen que enfrentarse sus pupilos, su equipo de selección peruana. Gareca se preocupa más por enseñar que hay que empezar por uno mismo, que hay que corregir nuestros propios errores y maximizar nuestros talentos. Gareca ha entendido que el éxito es sólo un viento pasajero, en ave en vuelo, y que la vida siempre está dispuesta o puesta para eternos retos, que la vida para triunfar es siempre "momentos".

Todo lo anterior me ha llevado al deber de escribir sobre Gareca y la selección peruana, sobre lo que ha provocado la sociedad peruana; sin embargo no quiero traicionar mis propios principios y valores, así que decido escribir esta historia matizándola con el derecho, porque dicha disciplina que es maltendida por muchos, pero necesitada por todos, muestra que la vida -incluso el fútbol- está hecha de reglas, normas que cumplir; y porque el fútbol es necesariamente, también un juego con normas.

Aquí empieza la historia del presente libro, que tiene sólo pretensiones de describir momentos, aquellos en el que el Perú entendió que la vida en sociedad, en comunión, en unión, en equipo, puede ser mucho más gratificante, y que para eso no hay que renunciar a nuestra individualidad, que la vida es libertad puesta en acción, sea a través de nuestra profesión, de nuestra propia vida, o en este caso del deporte rey: el fútbol. 

(Texto extraído del libro: "ASÍ NO JUEGA PERÚ - Crónicas de fútbol y Derecho - Perú rumbo al Mundial 2018"

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